Nació en Junín. Se crió en Rafael Obligado. Se instaló en nuestra ciudad para hacer el magisterio. Y en Buenos Aires –donde reside actualmente– se consolidó como escritora. Pero en todos lados se siente un poco “sapo de otro pozo”. Por eso, al momento de pensarse a partir de una identidad geográfica, Sandra Comino es contundente: “Mi territorio es la literatura”.
Allí es donde se siente a gusto. En la lectura y la escritura.
Y aun cuando fue recién después de sus veintipico que decidió publicar, toda su vida escribió. Desde que tiene memoria. Tanto es así, que sus recuerdos de la niñez están vinculados a papeles y lápices, y no a juegos o deportes.
Muchos años después –también sin proponérselo– su literatura se inclinó hacia el ámbito infantil y juvenil. Y con mucho éxito: una veintena de libros publicados, numerosos premios ganados y un gran reconocimiento a nivel nacional, son algunos de los hitos que dan cuenta de su reputación.
Camino a Buenos Aires
“En mi casa no había bibliotecas, pero sí había preocupación por que leyéramos, entonces nos compraban libros, y me formé con el criterio de selección del librero, las bibliotecarias y maestros”, explica Comino.
La secundaria le abrió el camino a los clásicos, que intercalaba con “el boom”, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y otros. “Pero siempre fui una lectora famélica –agrega–, no me conformaba con un autor sino que buscaba su biografía, qué leía, y me iba trepando a diferentes escritores”.
Se vino del campo en Rafael Obligado a Junín. Hizo el magisterio sin tener en claro por qué, y decidió irse a Buenos Aires. Allí primero intentó con Psicología y luego con Letras, de donde –dice– huyó “despavorida”.
Escritora
Siempre escribió a escondidas, sin atreverse a mostrar lo que hacía. En Buenos Aires hizo seminarios con Lidia Blanco, con quien se formó en Literatura Infantil y Juvenil. “Yo descubrí que podía mostrar lo que escribía, en el taller literario”, cuenta.
No obstante, Comino escribía sin que fuese algo pensado para niños o adolescentes. “Para mí la literatura infantil es literatura. Punto. Después hay una cuestión del editor que lo hace encajar, pero uno no piensa en el receptor”, sentencia.
Pero supo que lo suyo iba por por ese camino cuando mandó un texto a la revista Puro Cuento, y salió en la sección de literatura infantil.
Participó de concursos y ganó premios en Colombia (1997), México (1999) y Cuba (2001).
Desde entonces, no para de publicar, tiene una veintena de libros editados y es una referente en la literatura infantil y juvenil.
Su oficio
Comino asegura que tiene “un proceso creativo muy caótico” y que escribe en todo momento. Por eso se considera a sí misma como “grafómana”.
Lleva un diario, tiene decenas de cuadernos y libretitas, y en todos esos lados hay ideas plasmadas que en algún momento podrían integrar una obra más grande. El proceso completo de una novela le puede llevar más de una década.
También puede trabajar en tres o cuatro historias al mismo tiempo, mientras ejerce la docencia y publica notas periodísticas en diferentes medios y suplementos culturales.
Pero hay un punto en el que todo se alinea: “Llega un momento en el que algo se hace fuerte y ya no lo puedo dejar. Y ahí paso a la computadora, porque antes es un ejercicio que hago a mano. Es como que lo intuitivo pasa a lo profesional, y de la lapicera pasa al teclado”.
Al momento de reflexionar sobre los temas que sobrevuelan su obra, señala al “desamor, la guerra, la violencia de género, pueblos originarios”, es decir, los temas que le preocupan a ella.
Temáticas que suelen generar ciertas prevenciones cuando se trata de textos para chicos. “Sé que hay mucho prejuicio en torno a la literatura juvenil pero yo no los tengo”, asevera Comino. En definitiva, lo que hace es abordar una temática pero “desde el punto de vista de un chico o adolescente” porque –dice– se siente “más cómoda contándoles a ellos que en el mundo adulto”.
Aunque eso no significa ser condescendientes con ellos: “Yo hago literatura sobre temas que les interesa a los chicos y a los grandes, pero me pongo en el lugar del chico. Ese lugar no es el de la dorada infancia, sino que en esa etapa de la vida hay una desigualdad enorme, empezando por el tamaño, porque un chico de dos años ve al adulto como un gigante, que encima ejerce poder sobre él, y todo lo que dice vale más que su palabra, entonces la infancia también es un lugar de sufrimiento, de malentendidos y de incomprensión”.
Siempre fui una lectora famélica, no me conformaba con un autor.
Hay prejuicios en la literatura juvenil pero yo no los tengo.
La literatura
Admiradora de escritores de los más diversos, desde Flannery O’Connor, Claire Keegan, Selva Almada, Perla Suez o Jane Austen, hasta John Berger, Marcel Proust o Hanif Kureishi, afirma que la literatura debe ser “un puente”.
Y en ese marco, afirma que como escritora es “insaciable”, porque está en una búsqueda continua: “Empecé con un humor intuitivo, y cuando fui consciente de mi humor, me salieron dramas terribles. Ahora estoy más con relatos que tienen contexto histórico, y cada tanto descanso en una novela, y reflexiono todo el tiempo con el tema de la lectura. Yo pienso escribiendo”.
Para mí la literatura infantil es literatura. Punto. Después hay una cuestión del editor que lo hace encajar, pero uno no piensa en el receptor.
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