Los deseos de misionar y ayudar lo llevaron a Martín Sánchez por diferentes lugares. Primero fueron los barrios más postergados de Junín, luego algunas provincias del norte y, finalmente, a Uganda, adonde fue con un grupo misionero hace un mes.
Allí vivió una experiencia impactante en la que la transculturación la hizo espiritualmente movilizadora.
Quién es Martín
Martín Sánchez nació en Capital Federal pero a los dos años se vino a vivir a Junín con su madre.
Se crió en el barrio Gregorio González, hizo la primaria en la Escuela N° 7 y empezó la secundaria en el Industrial, aunque a los 13 años ya tuvo que salir a trabajar.
Comenzó lavando autos en la concesionaria Oroza y Manuale, donde estuvo hasta sus 16 años. Luego pasó por una fábrica de baldosones, por una distribuidora de lácteos y desde hace 20 años es empleado de la firma Dos Reis.
“Nuestra misión más importante era la de dejar un mensaje”.
Ayuda social
En el año 2006, estimulado por el pastor de la iglesia evangélica en la que él congregaba, hizo una capacitación sobre centros preventivos en iglesias, desarrollada en el CPA de Junín.
A partir de esa experiencia, se sumó al Centro de Acciones Preventivas (CAP), una agrupación que trabaja en actividades de concientización. Con este colectivo trabajó primero en el barrio Prado Español, para luego sumar actividades en Emilio Mitre, Ricardo Rojas, Mayor López, 11 de Julio, y de ahí a toda la ciudad.
Primeros viajes
Siempre motivado por su deseo de ayudar, participó de un viaje a Cieniguillas, una comunidad de Jujuy que está a 30 kilómetros de Tilcara. “Son 50 familias viviendo en condiciones de indigencia, explotados por terratenientes y con muy pocos recursos”, explica Sánchez. Allí llevaron alimentos no perecederos, ropa y útiles escolares.
Más adelante hizo otro viaje en grupo a la localidad de Garuhapé, en Misiones. “Ahí, además de entregar todo lo que juntamos, hacemos una actividad espiritual en la que llevamos la palabra de Dios”, comenta. Al mismo tiempo, realizaron actividades de concientización de consumo de sustancias adictivas en iglesias y escuelas.
“Queremos abrir una escuela para misioneros en Junín”.
A Uganda
A partir del contacto con otras agrupaciones solidarias, se proyectó un viaje para hacer una misión en Uganda. El 4 de marzo pasado partió una delegación de 20 personas. Martín era el único de esta ciudad en el grupo.
“Hicimos una serie de capacitaciones porque nos íbamos a encontrar con una cultura totalmente diferente”, recuerda.
Allí estuvieron 20 días de actividad, en los que recorrieron más de quince aldeas de diferentes lugares: “Recorrimos el país prácticamente de punta a punta”.
En cada lugar al que llegaban repartían útiles escolares, pelotas, zapatillas, golosinas, cepillos de dientes, pasta dental y otros artículos.
También hicieron aportes más duraderos: “Con poco podíamos hacer mucho, porque el dinero tiene poco valor allá. Entonces les dejábamos algo de lo que recaudamos antes de viajar que por ahí les servía para levantar un baño completo en una escuela o hacer un techo completo en otra”.
En un lugar donde las necesidades son tantas, “donde los baños son excusados, no hay agua y hay que ir a buscarla a lugares alejados”, cualquier ayuda es bienvenida. Por eso hicieron actividades, antes de viajar, para recaudar fondos que les permitieran hacer un pozo para que una aldea tuviera agua: “Logramos juntar 2.700 dólares y eso se lo dejamos a una ONG que hace pozos de agua en Uganda, y pudimos aportar para la construcción de uno, que es algo fundamental para ellos”.
El periplo resultó muy movilizante para Martín y para el grupo. Sobre todo al constatar las necesidades extremas del lugar. En tal sentido, recuerda: “Nosotros fuimos con cuatro enfermeros y tuvimos mucha actividad en un dispensario, en donde se hacía el test de malaria y a los que les daba positivo –que es un 70 por ciento–, les recetaban una medicación que no podían comprar. Por eso mueren jóvenes. Lo mismo pasa con el HIV, porque los exámenes también dan positivos en un porcentaje muy alto”.
Con todo, el fin último de esta excursión fue más allá de lo material, sino que tuvo un propósito humanitario. “Nuestra misión era la de dejar un mensaje –afirma Sánchez–, que sepan que del otro lado del océano hay personas que los están observando, que están pensando en ellos y que nos podemos empezar a comunicar”.
“Fue muy duro haber visto todo lo que vi y saber que tiene solución, pero no se toman las políticas de Estado que podrían darles una mejoría”.
Balance
A su vuelta, al analizar su viaje, Sánchez pudo ver que “fue una experiencia muy difícil”. Y agrega: “El choque transcultural hace que uno revea el estado mezquino en que vivimos. Nosotros nos peleamos por las cosas materiales, nos desvivimos por cosas que no son las importantes. Fue muy duro haber visto todo lo que vi y saber que tiene solución, pero no se toman las políticas de Estado que podrían darles una mejoría”.
Sin embargo, hay posibilidades de continuar con esta experiencia en el futuro: “Queremos abrir una escuela para misioneros en Junín y uno de los programas es volver a África”.
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