No había demasiados indicios a principios de los 80 sobre un futuro vinculado a las letras para Pablo Albarello. Aquel adolescente que jugaba al fútbol en BAP no tenía muy clara su vocación ni su destino.
Es cierto que en ese entonces su madre, la escritora Beatriz Amutio, empezaba a escribir con más asiduidad y ya con la idea de publicar, algo que, indudablemente, comenzó a filtrarse, en cierto modo, en el joven Pablo.
Sin embargo, hizo un test vocacional y terminó decidiéndose por el periodismo porque era “la menos fea” de las opciones que se le presentaron.
Hoy, tres décadas más tarde, Albarello puede decir que, aunque de manera tardía, descubrió su vocación: por eso es un destacado escritor y dramaturgo, y sus obras de teatro se presentan en escenarios de las grandes ciudades del país, y también del exterior.
Periodista
Hijo de un ex empleado del Poder Judicial y una docente, Pablo Albarello se crió entre El Picaflor y el centro. Hizo la primaria en la Escuela N° 24 y en la N° 3, y el secundario en el Nacional. Luego se fue a estudiar Comunicación Social a La Plata.
Si bien se “enganchó” con la carrera, también es cierto que la “estiró” porque, en el medio, intentó con Letras, Psicología, Derecho. Y siempre volvía a Comunicación. También estuvo unos meses en España, donde fue a probar suerte, pero regresó un tanto frustrado.
Después de esa experiencia, se dedicó de lleno a los estudios y se recibió.
Regresó a Junín con su título bajo el brazo y trabajó en la producción de dos programas en Radio Junín, pero le fue difícil hacerse un lugar en el medio periodístico local, por lo que decidió emigrar a Buenos Aires.
Escritor
Ya en la gran ciudad ingresó a una empresa de radiomensajes. Además, durante diez años hizo una página institucional de la Fundación Banco Credicoop, en lo que fue su última experiencia periodística.
En Buenos Aires buscó algún lugar donde pudiera canalizar sus gustos. Es que poco después de los 20 años ya había empezado a escribir en narrativa.
Su primera publicación fue en la reconocida revista Anteojito, en la que editaron algunos de sus cuentos infantiles.
Decidido a profundizar en la escritura, hizo un taller literario con Liliana Heker durante dos años. Allí se sintió atraído por la escritura de diálogos y sus estructuras, y de a poco su escritura fue virando al teatro, aunque sin dejar de lado del todo a los cuentos.
De esta manera, supo que si quería hacer obras de teatro debía saber para quién iba a escribir, entonces estudió actuación, no tanto para actuar, sino para saber qué era lo que necesitaba y lo que le servía al actor.
“A mí siempre me atrajeron el humor y el absurdo, y junto con dos actrices empecé a hacer presentaciones parecidas a lo que hoy es el standup, en donde hacíamos escenas de humor que yo escribía. Eso me sirvió para ir afinando los tiempos y el oficio de escribir teatro”, explica.
Dramaturgo
Fue en el año 2003 cuando se presentó su primera pieza teatral, titulada “Cuatro obras sanitarias”, dirigida por Edda Díaz.
Fue ese el puntapié inicial de una carrera en la dramaturgia. Y de a poco empezaron a buscarlo y a pedirle sus trabajos para representar: “A mí me funcionó muy bien el hecho de publicar mis obras en una biblioteca digital. Se puede pensar que alguien va a cambiarle el nombre y robarla, pero creo que es el riesgo que se corre para mostrar lo que uno hace. Me parece que esto termina funcionando porque creo que se gana más con los que se enteran y lo hacen por derecha”.
La escritura
Los textos de Albarello están atravesados, casi inevitablemente, por el humor. “Yo no me planteo escribir con humor, pero salen así”, señala, para luego ahondar: “No hago el chiste clásico o el gag, sino que hay un clima de humor y absurdo, que termina siendo una estrategia, porque da una libertad para encarar temas que desde el realismo sería más complicado hacerlo”.
Como personaje citadino, las calles de Buenos Aires y del Conurbano terminan siendo una fuente de inspiración constante en su obra.
De acuerdo a su propia perspectiva, los temas sobre los que escribe son “el aquí y ahora”, puesto que es alguien que se fascina con “la confusión que se está viviendo actualmente, todo este caos en el que estamos metido”. Albarello siente seducción sobre “lo vertiginoso de Buenos Aires”, sobre lo que todavía tiene “una mirada ingenua, la del tipo de una ciudad como Junín”.
Y es en ese caos donde encontró un motivo para escribir: “Tengo una visión hedonista de la lectura y de la escritura. Esto es algo que me da placer. Siento la escritura como una travesura que quiero compartir, porque el fin último del arte es que se conozca. Hay mucho de ego en todo esto y, además, después de toda la búsqueda que tuve, descubrí que esto es mi vocación. Por eso me da mucha alegría”.
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