None
“Se intenta tapar el posible sufrimiento de una ruptura anulando al otro como tal”, advierten los especialistas.
ROMANCE Y REDES SOCIALES

“Hacerse el fantasma”, la cruel manera de terminar una relación sentimental

“Ghosting”, la forma de romper vínculos sin decir adiós que se popularizó.

Lucía conoció a Pablo a través de Tinder. Después de dos semanas de intercambiar mensajes a lo largo de todo el día, acordaron encontrarse. La primera cita resultó un éxito: los dos se mostraron entretenidos durante la velada. Incluso Pablo, mientras manejaba de regreso a su casa, decidió aprovechar la pausa de un semáforo para mandarle un mensaje que reafirmara lo bien que la había pasado.
Todo parecía ir bien encaminado. Pasaron tres semanas y los dos seguían mostrando interés en el otro y los encuentros aparentaban cargados de entusiasmo. Pero un día, sin razón aparente, Pablo no respondió más mensajes ni contestó sus llamadas. Simplemente, “desapareció”.
Una vez pasada la preocupación inicial, y luego de ver que Pablo seguía posteando fotos en Facebook como si nada, Lucía aceptó que había sido víctima de lo que se conoce como “ghosting”: una manera cruel de terminar relaciones en tiempos de redes sociales.
El término viene de ghost (fantasma) y remite a la idea de “volverse invisible” o, más claro, “desaparecer” sin dar explicaciones. Si bien esta forma de dar por concluida una relación -sin molestarse si quiera en decir adiós- no es exclusiva de estos tiempos, cada vez se vuelve más común, sobre todo en las relaciones que comienzan a través de las redes sociales.
Para el psicólogo Juan Eduardo Tesone, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina y autor del libro “En las huellas del nombre propio”, fenómenos como el ghosting son formas actuales que toma la dificultad de comunicación inherente al ser humano. “Quizá la tecnología favorece una cierta forma más superficial y menos comprometida, pero no es que crea la incomunicación por sí misma”, afirma.
El psicólogo plantea la necesidad de rever la denominación de “relaciones sociales en redes”. Y en este sentido, abre el interrogante: “¿Los contactos que se hacen a través de las redes sociales, sin que necesariamente haya una interacción en persona, son realmente relaciones?”.
Desde su perspectiva, el vínculo que se establece con los contactos de las redes sociales “funcionan más como una relación adictiva que como una relación con un otro”. Explica su punto de vista: “Lo esencial parecería ser llenar un vacío existencial, como si el número de contactos viniera a intentar reemplazar el abismo interior”.
Para Tesone la noción de otro se fue desdibujando hasta el punto de volverse más “fantasmagórica”. En tanto responde más a la imagen que cada uno va moldeando del otro que al reconocimiento y respeto por su subjetividad.
“La abundancia de posibilidades ofrecidas por las redes sociales, sitios de chateo o de encuentro hace que el otro pueda ser descartado y fácilmente intercambiable. No existe un otro sino alguien que se convierte en funcional a las fantasías de cada uno y, por ende, como figuritas repetidas, se cambian rápidamente en el mercado para llenar un álbum de fotos”, afirma.
La psicóloga María de Jesús Ferrero coincide en que los vínculos que se generan a partir de las redes sociales promueven cierta “invisibilización” de las personas.
“Volverse invisible para el otro en época de redes sociales parece haberse convertido en una de las opciones más utilizadas a la hora de no querer ‘poner la cara’ para dar por terminado un vínculo, del tipo que sea”, señala Ferrero.

Sujetos fácilmente reemplazables
Según los especialistas, la imagen que representa a cada uno en la web tiene más fuerza que la propia persona. Y al volverse volátiles, los sujetos se vuelven fácilmente reemplazables.
“En el reino de la virtualidad vale más la imagen que la persona”, dice Tesone. Sin embargo, no descarta la posibilidad de que puedan surgir noviazgos o vínculos afianzados a partir de internet. “Pero el deslizamiento hacia otras relaciones se produce con suma facilidad. Se intenta tapar el posible sufrimiento de una ruptura anulando al otro como tal. Como si se lo borrara con la tecla de ‘suprime’”, afirma.

Las consecuencias de “suprimir” al otro
El especialista realiza una analogía entre el comportamiento en los juegos electrónicos y en la vida real. “Como en los jueguitos, la ‘muerte’ virtual no tiene consecuencias para el que juega. Se olvida la existencia real de un otro. Pero cuando se niega la subjetividad ajena, se niega simultáneamente la propia”, advierte.
Para Ferrero, en cambio, volverse un fantasma “no afectaría demasiado a quien “desaparece”, y sí a quién es borrado sin saberlo, ya que en ese acto quedaría desubjetivado.
Tesone explica que si bien la fantasía siempre está en juego en toda relación, (“y esto la enriquece”), cuando interviene la mera virtualidad, la dimensión fantasmática se dispara: el otro desaparece como tal y se convierte en una mera producción de la vida imaginaria. De modo que el encuentro eventual o una relación pasajera no resiste a una posible confrontación con un otro real.
“La extrema fluidez y superficialidad que han adoptado los vínculos en esta época hace que podamos elegir no responder, no leer, no decir... simplemente porque el otro para nosotros también es invisible”, comenta Ferrero, y sostiene que en las comunicaciones que están tan mediadas por las redes sociales o por situaciones que no exigen compromiso corporal, el otro aparece como alguien con quien no tenemos mayor responsabilidad. Desde esta mirada, no sería necesario comprometerse desde lo gestual o lo corporal.

COMENTARIOS