OPINIÓN
La derecha ganó la batalla cultural
En la larga crisis de identidades políticas, la única renovación parece provenir de una derecha que arrastra rasgos conservadores y reaccionarios, pero que sabe cómo pelear en el mundo de los símbolos y la comunicación mediática.
Existe un fuerte debate intelectual en el que se discute hoy el perfil que adquiere la nueva derecha política y las características de su presencia en el contexto de una larga crisis de identidades partidarias y en relación a los clásicos armados conservadores.
Lo que se discute en realidad es una reciente torsión de estas derechas creciendo en marcos democráticos. La nueva derecha emerge hoy como el gran discurso de índole moral e intelectual que exige una dura modernización capitalista; incluso pertrechada por programáticas supuestamente “no ideológicas”, es decir, que no reconocen más existencia de intereses de derechas y de izquierdas.
Esta nueva derecha instaura la ideología de que manda sólo el que tiene conocimiento técnico, que sabe y gerencia la realidad sólo el especialista. Esto genera una cotidianidad despolitizada de delegación de compromisos. Tal moral privada ancla en una inmensa sociedad presa de inéditos miedos y de infinitos resentimientos, por la extrema dificultad o imposibilidad de un ascenso social en un sistema que lo único que reclama es eso.
Todo eso da como resultado que se viva la política como “aquel otro mundo” de ascenso inmoral que victimiza al conjunto y donde la palabra corrupción mágicamente dota de una ética reactiva con que vestirse.
El conservadurismo asumió el liderazgo cultural sobre la vacancia que dejó –luego de casi un siglo de hegemonizar la “historia del progreso y la igualdad”- la crisis de las izquierdas tanto revolucionarias como reformistas.
Esta batalla cultural fue ganada en lo sustancial. La vida ha perdido sentido histórico colectivo a moldear (de acuerdo a proyectos sociales diversos), para transformarse en una única escena de equivalencias poblada sólo de empleadores y empleados en competencia.
Dos son los elementos fuertes a destacar en el debate sobre esta nueva dinámica política. Uno, su capacidad anticipadora en cuanto a que las batallas definitivamente hoy se ganan o se pierden en la dimensión cultural: gana quien impone la narración en sociedades mediatizadas de manera extrema. Dos, una nueva lógica en el teatro político de ofensivas y defensivas. El que impone una campana cultural de época está siempre a la ofensiva, aunque retroceda. El que se opone o resiste –aunque asuma la ofensiva- sólo se está defendiendo.
Este extracto de un esclarecedor texto -del que me hubiera gustado ser autor- lo encontré ordenando libros y recortes periodísticos en mi biblioteca. Pertenece al filósofo y escritor Nicolás Casullo y fue publicado en la página 21 del diario Clarín del 15 de octubre de 2007. Como se ve, es de una premonitoria actualidad.
Valga el recuerdo de este texto, sus tantos libros y su siempre vigente palabra para la reflexión de quienes desde el progresismo de la izquierda peronista (prefiero esta definición a la de kirchnerismo) no supieron escuchar las voces de alerta y menospreciaron la realidad incontrastable, máxime considerando que el peronismo es casi por definición mayoritariamente un movimiento de centro derecha (aunque a algunos nos pese); y tras doce años de gobierno no supieron o no quisieron dar el debate cultural interno para dotar a ese enorme movimiento social de las bases ideológicas de la izquierda nacional y popular peronista.
De nada vale que hoy se tilde de traidores a quienes toman otros rumbos o se alían al gobierno “ceocrático” de Macri. Ellos sólo se pusieron la máscara progresista por conveniencia y tardaron un suspiro en quitársela por lo que mal se los puede llamar traidores, siempre fueron leales a sus intereses y su pensamiento de derecha.
Valga también de emocionado recuerdo al compañero Nicolás Casullo (fallecido el 9 de octubre de 2008), al cumplirse un nuevo aniversario de su deceso.<
(*) Presidente MC (2008-2013) del Partido Justicialista de Junín.
Existe un fuerte debate intelectual en el que se discute hoy el perfil que adquiere la nueva derecha política y las características de su presencia en el contexto de una larga crisis de identidades partidarias y en relación a los clásicos armados conservadores.
Lo que se discute en realidad es una reciente torsión de estas derechas creciendo en marcos democráticos. La nueva derecha emerge hoy como el gran discurso de índole moral e intelectual que exige una dura modernización capitalista; incluso pertrechada por programáticas supuestamente “no ideológicas”, es decir, que no reconocen más existencia de intereses de derechas y de izquierdas.
Esta nueva derecha instaura la ideología de que manda sólo el que tiene conocimiento técnico, que sabe y gerencia la realidad sólo el especialista. Esto genera una cotidianidad despolitizada de delegación de compromisos. Tal moral privada ancla en una inmensa sociedad presa de inéditos miedos y de infinitos resentimientos, por la extrema dificultad o imposibilidad de un ascenso social en un sistema que lo único que reclama es eso.
Todo eso da como resultado que se viva la política como “aquel otro mundo” de ascenso inmoral que victimiza al conjunto y donde la palabra corrupción mágicamente dota de una ética reactiva con que vestirse.
El conservadurismo asumió el liderazgo cultural sobre la vacancia que dejó –luego de casi un siglo de hegemonizar la “historia del progreso y la igualdad”- la crisis de las izquierdas tanto revolucionarias como reformistas.
Esta batalla cultural fue ganada en lo sustancial. La vida ha perdido sentido histórico colectivo a moldear (de acuerdo a proyectos sociales diversos), para transformarse en una única escena de equivalencias poblada sólo de empleadores y empleados en competencia.
Dos son los elementos fuertes a destacar en el debate sobre esta nueva dinámica política. Uno, su capacidad anticipadora en cuanto a que las batallas definitivamente hoy se ganan o se pierden en la dimensión cultural: gana quien impone la narración en sociedades mediatizadas de manera extrema. Dos, una nueva lógica en el teatro político de ofensivas y defensivas. El que impone una campana cultural de época está siempre a la ofensiva, aunque retroceda. El que se opone o resiste –aunque asuma la ofensiva- sólo se está defendiendo.
Este extracto de un esclarecedor texto -del que me hubiera gustado ser autor- lo encontré ordenando libros y recortes periodísticos en mi biblioteca. Pertenece al filósofo y escritor Nicolás Casullo y fue publicado en la página 21 del diario Clarín del 15 de octubre de 2007. Como se ve, es de una premonitoria actualidad.
Valga el recuerdo de este texto, sus tantos libros y su siempre vigente palabra para la reflexión de quienes desde el progresismo de la izquierda peronista (prefiero esta definición a la de kirchnerismo) no supieron escuchar las voces de alerta y menospreciaron la realidad incontrastable, máxime considerando que el peronismo es casi por definición mayoritariamente un movimiento de centro derecha (aunque a algunos nos pese); y tras doce años de gobierno no supieron o no quisieron dar el debate cultural interno para dotar a ese enorme movimiento social de las bases ideológicas de la izquierda nacional y popular peronista.
De nada vale que hoy se tilde de traidores a quienes toman otros rumbos o se alían al gobierno “ceocrático” de Macri. Ellos sólo se pusieron la máscara progresista por conveniencia y tardaron un suspiro en quitársela por lo que mal se los puede llamar traidores, siempre fueron leales a sus intereses y su pensamiento de derecha.
Valga también de emocionado recuerdo al compañero Nicolás Casullo (fallecido el 9 de octubre de 2008), al cumplirse un nuevo aniversario de su deceso.<
(*) Presidente MC (2008-2013) del Partido Justicialista de Junín.