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UNA TENDENCIA QUE ENCUENTRA MÁS BENEFICIOS QUE DESVENTAJAS

Cada vez son más los juninenses que residen en las afueras de la ciudad

La diferencia de los costos de los lotes es la primera causa que motiva este fenómeno. También están los deseos de vivir en un entorno natural, alejado de los ruidos del centro. Entre las desventajas, se destacan la falta de ciertos servicios básicos y los mayores gastos para otros.

Todas las semanas este diario refleja la situación de los diferentes barrios de la ciudad y en ese marco se nota que hay una tendencia creciente que se dio en el último lustro y es el crecimiento poblacional que experimentaron las zonas más alejadas del centro de la ciudad.
El primero de los sectores en empezar a cambiar su fisonomía, pasando de ser un área casi exclusiva de casas de fin de semana a viviendas permanentes, fue el del Camino al Parque Natural Laguna de Gómez.
Después siguieron el mismo camino sectores como Cerrito Colorado y La Rufinita. Esta situación, sumada al crecimiento de barrios como Gregorio González, Eusebio Marcilla o Nuestra Señora de Luján (todos estos dentro del casco urbano), hizo que los especialistas analizaran el cambio de fisonomía de la ciudad que –como se estaba advirtiendo– crecía “mirando al Sur”.
Sin embargo, la tendencia de desarrollo de los barrios periféricos siguió por otros puntos cardinales, lo que hizo que muchas áreas que configuran lo que se llamaría “las afueras” de la ciudad, pasaran a ser los lugares de preferencia para muchos juninenses al momento de elegir dónde residir.
Y los sectores que se suman a esa tendencia son cada vez más: los ya mencionados Camino al Parque Natural Laguna de Gómez, La Rufinita y Cerrito Colorado, más los alrededores del Junín Golf Club y Villa del Parque, el barrio Rincón del Cielo, la zona noreste de la ciudad, apoyada en el asentamiento de loteos como Proyecto Alvear, y también en el sector sur y suroeste de la ciudad, como los barrios Camino del Resero Norte y Ramón Carrillo.
El contacto con la naturaleza, la tranquilidad, las posibilidades recreativas, son sólo algunas de las razones que exponen quienes optaron por este estilo de vida.

Cada vez más
Javier Corvi vive en el barrio Cerrito Colorado Norte desde hace cinco años. Según dice, en esa zona había cuando él llegó “70 u 80 familias” residiendo, mientras que en la actualidad hay “unas 150 familias”, con lo que concluye que en el último lustro la población estable del barrio “se duplicó”.
Algo similar ocurre en otras zonas de la periferia juninense, en mayor o menor escala.
Camino del Resero Norte, por ejemplo, es un sector que creció mucho demográficamente a partir del programa de créditos hipotecarios Procrear. Tan es así que hoy se puede ver, en los alrededores del Complejo de ATSA numerosas construcciones nuevas.
Mucho más claro es lo que sucede en las zonas que circundan el Camino al Balneario, donde hay sectores que cuentan con muchas más viviendas permanentes que quintas. Eso se ve reflejado en el movimiento que tiene hoy ese camino, ya no los fines de semana, sino también de lunes a viernes.

Costos
Uno de los factores que interviene en este escenario es la falta de espacio en la ciudad y, principalmente, el valor de los lotes.
Fabipan Zapata, presidente de la sociedad de fomento de los barrios Real, Moya y Jardín señala que se mudó a esa zona por una cuestión económica: “Se está viendo que el precio de los terrenos todavía es mucho más barato en la zona de quintas que en la ciudad, donde casi no se puede encontrar uno. Y cuando en la ciudad un lote vale hasta 70 u 80 mil dólares, en las zonas de quintas se consiguen a unos 30 mil dólares, así que hay una diferencia notoria”.
Algo similar cuenta Romina Latuga. Cuando, junto con su marido, buscaba un lugar para construir su casa, el lote que encontraron en Camino del Resero Norte “fue la opción más conveniente”, porque era algo que podían pagar.

Beneficios
Más allá del valor de los lotes (ver recuadro), los principales elementos que destacan los vecinos de estos lugares pasan por la paz que se respira al estar alejados de los ruidos de la ciudad y la posibilidad de aprovechar un contacto más directo con la vida al aire libre.
“Hay mucha gente que elige la zona por el verde, la tranquilidad y todo ese tipo de cosas”, resume Zapata.
“Me vine acá porque me gustaba la idea de irme de la ciudad” comenta Corvi, quien asegura que en Cerrito Colorado encontró “tranquilidad, privacidad, y aire libre, que es una ventaja para todo: lo primero en lo que uno piensa es en los hijos, que se puedan criar en un entorno abierto y tranquilo”.
Latuga, por su parte, reconoce que no estaba convencida del lugar, hasta que lo vivió: “Al principio lo dudamos, pero cuando empezamos a ver cómo eran los vecinos y la tranquilidad que hay, el día a día nos fue convenciendo”.

Desventajas
Lo primero que se piensa a la hora de observar los obstáculos de vivir en zonas alejadas del centro de la ciudad, es el tema de la distancia.
Zapata explica que “se complica un poco cuando uno tiene chicos porque hoy por hoy exigen un movimiento distinto; antes todas las relaciones uno las tenía en el barrio, inclusive el colegio, y hoy los vínculos no se hacen ahí, generalmente tienen amigos distribuidos en toda la ciudad, y además hay muchas actividades extraescolares, cosas que hace que se complique; aunque estando en Junín, donde no hay transporte público, cualquier padre o madre también tiene que llevar a sus hijos para todos lados”.
Aunque también depende de los parámetros de cada uno. “Yo vivía en Buenos Aires y para ir a mi trabajo desde mi departamento tardaba media hora, y ahora estoy a cinco minutos del centro de la ciudad”, dice Corvi.
Para evitar la sumatoria de viajes a la ciudad, los que viven en quintas también deben ordenarse para hacer las compras. “Tratamos de hacer todo cuando estamos en la ciudad –indica Latuga– así no tengo que volver a salir por algo que me falte o me haya olvidado. El tema es organizarnos para hacer la menor cantidad de viajes posible, porque si bien hay algún negocio cruzando la ruta, tratamos de ir solamente cuando debemos comprar algo de último momento”.
Es por ello que, al incrementarse el número de viviendas permanentes, en las zonas alejadas ya aparecieron comercios que permiten “sacar del apuro” a los vecinos. En el Camino al Balneario hay, al menos, una despensa y una carnicería; en Cerrito Colorado también hay un almacén, lo mismo que en La Rufinita y otros barrios, lo que permite tener esas cosas resueltas en el propio lugar.
Otras desventajas que trae aparejado la vida en estas zonas tienen que ver con mayores gastos: dependiendo del trabajo que tengan los adultos, a veces se necesitan dos autos; la calefacción de los ambientes cuesta más y no en todos lados hay gas natural; en general, en esos lugares se construyen casas más grandes, lo que implica más impuestos; y los lotes demandan de un mantenimiento que requiere el pago a un prestador de ese servicio o de que lo haga el propietario.
En cuanto al mantenimiento de la quinta, Zapata refiere que “hay muchos propietarios que hacen ese trabajo como terapia, porque para el que está nueve horas por día en una oficina, el hecho de cortar el pasto el fin de semana le resulta terapéutico”.
En cuestiones más específicas, los residentes de estas zonas también agregan que los sistemas de delivery no van tan lejos y no es tan sencillo conseguir personal doméstico que acepte trabajar allí, habida cuenta de las distancias que deben realizar.
En tanto, los déficits en el alumbrado público que puedan existir en algunas zonas y la distancia entre las viviendas suele ser considerado como motivos que favorecen la inseguridad. Es por eso que en un alto porcentaje de las casas hay alarmas y en muchos barrios se contrata un servicio extra de patrullaje.
La ausencia de servicios básicos en algunos casos suele ser un obstáculo notorio, como dice Latuga: “Acá no hay luces en las calles, tampoco tenemos cloacas y cada vez que tengo que llamar al atmosférico son 400 pesos, y no puedo lavar más porque se me tapa el pozo y debo hacerlo en lo de mi suegra. La recolección de residuos se hace dos veces por semana (en esta parte del barrio, porque en otras directamente no hay), y si llueve no pasa el camión recolector. Y recién ahora acomodaron un poco las calles”.

Adaptación
La adaptación a la vida lejos del centro es una cuestión de tiempo y, en general, los que deciden irse a esos lugares no se arrepienten.
“Estoy muy conforme con la decisión tomada, hoy me costaría irme a vivir al centro o a la ciudad porque este lugar es espectacular”, resume Corvi.
Del mismo modo, Zapata se siente “muy conforme” con el destino elegido: “Creo que no me muevo más. La tranquilidad que te da el hecho de vivir en una quinta, y al ser una decisión de vida también, hace de que difícilmente uno quiera volver para atrás”.
Aún en el caso de Latuga, que se instaló en las afueras sin que esta idea fuera su primera opción, se quedó enamorada de su nuevo lugar en el mundo: “Estamos más que contentos acá, de hecho, tenemos planes de agrandarnos, si lo pudiésemos hacer, Nos queremos quedar porque nos encanta, en verano salimos al patio y ya no necesitamos nada más, es muy lindo”.

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