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TENDENCIA EN LA EDUCACIÓN

Cada vez más mujeres eligen hacer el secundario en las escuelas técnicas

En Junín, la matrícula femenina en estos establecimientos se acerca al 20%. Se trata de un fenómeno que se asemeja a lo que sucede en las instituciones de toda la provincia de Buenos Aires. Por qué los antiguos “industriales” ya no son sólo un espacio exclusivo “de hombres”. Testimonios de las protagonistas locales de este cambio de paradigma.

Hace 90 años, cuando comenzaba a funcionar la Escuela Técnica N° 1 “Antonio Bermejo” de Junín la mayor parte de su matrícula era femenina. Claro que eso tenía una explicación: la institución nació como una Escuela de Artes y Oficios y muchas mujeres concurrían atraídas por el desarrollo de áreas como pintura, dibujo o decoración.
Sin embargo esa tendencia sufrió un cambio brusco cuando, en la década del 40, pasó a ser una Escuela Industrial, con tecnologías duras y manejo de aparatología y herramientas, con lo que el establecimiento pasó a ser un ámbito casi exclusivo de los varones.
Tanto fue así que recién en los 80 llega la primera egresada técnica.
En la actualidad se ha producido un nuevo vuelco en la tendencia y cerca de un 20% de la matrícula está conformada por mujeres. Este fenómeno no es privativo de Junín, sino que se extiende a toda la provincia de Buenos Aires, en donde, en los últimos diez años la matrícula femenina creció un 354% (ver recuadro).
Lo que demuestra que, más allá de los prejuicios establecidos, la educación técnica dejó de ser algo exclusivo para varones.

Cada vez más
Este fenómeno se advierte claramente en el turno noche de la EET N°1, cuya orientación es la de maestro mayor de obras. Allí, en cuarto año hay sólo una alumna, en tercero hay cuatro, en segundo hay cinco y en primero, siete. Lo que demuestra que cada año se suman más mujeres a esta institución.
Y en ese sentido, todas se sienten incluidas en el proyecto educativo.
María, la alumna de cuarto año, explica a Democracia: “Me llevo re bien con todos, en primer año éramos tres chicas y había grupos diferentes. Ahora es un grupo y estoy genial, no me siento incómoda para nada”.
Luciana agrega que a ella le sirvió “un montón” trabajar entre varones, y profundiza: “Muchos de ellos trabajaban en la construcción y me ayudaron mucho, sobre todo al principio, con trabajos prácticos, con el corte de los diseños, que es lo que más me complicó el año pasado. En eso los chicos colaboraron conmigo porque ya tenían conocimiento del tema por su experiencia laboral”.
Silvia, en tanto, toma esto con total naturalidad: “Yo vengo de familia de albañiles, de señores constructores, y desde los ocho yo iba con mi papá a trabajar. Yo vengo de abuelos, padre, esposo en el rubro y tenemos una identidad. Voy a ser la primera mujer que incursione en esto, que es lo mío: mis manos están acostumbradas a trabajar con ladrillos y material”.

Prejuicios
Las protagonistas de este cambio de paradigma aseguran que no hay mayores prejuicios dentro de las instituciones técnicas respecto de su condición femenina para hacer las tareas que requieren en la currícula.
“El prejuicio también está en nosotros”, dice Paula para luego explicar: “Yo hace un tiempo no me hubiera animado a empezar en esta carrera, y lo pensé mucho hasta que me decidí. Y cuando estaba por arrancar, un poco de miedo sentía, por ver con qué me iba a encontrar o cómo iba a ser esto”.
Al escuchar esto, muchas de sus compañeras asienten confirmando esa sensación. Recuerdan que cuando decían que iban a seguir esta orientación había quienes las miraban como “bichos raros” por su elección.
“El prejuicio fue antes de arrancar”, dicen, y sostienen que dentro de la escuela no lo sintieron.

Salida laboral
Un punto sobre el que se explayan es la salida laboral ya que, si bien el hecho de ser maestro mayor de obras no implica que deban hacer esfuerzos físicos ni tareas específicas “de hombres”, lo cierto es que sí deberán tratar con trabajadores de rubros en donde son todos varones.
Sin embargo, esto no les preocupa.
“Hay que saber imponerse y mantener un buen ida y vuelta, como cualquier relación laboral”, explican.
María, que es arquitecta de interiores, es de las más confiadas en esto: “Acá trabajé en estudios de arquitectura y a partir del trabajo en el último estudio, de donde me despidieron, dije ‘voy a obtener mi matrícula. Y acá estoy. Yo iba a las obras, trataba con la gente que trabajaba ahí y nunca tuve ningún problema. Yo sé hacerme respetar”.
Asimismo, afirman que ellas, como mujeres, pueden darle “un toque femenino a las casas”, que consiste en “otra mirada”, lo que constituye “una ayuda para el hombre también”.

“Que se animen”
Conscientes de que podrían abrir un camino a otras chicas que tal vez no se animan a incursionar en esta actividad por los prejuicios que antes fueron desarrollados, todas las jóvenes que cursan en la EET N°1 estimulan a las que aún no se decidieron a “que se animen”, “que lo hagan”, “que no tengan miedos ni prejuicios porque el trato es muy bueno”.
Y en ese contexto, Paula cuenta su experiencia: “Cuando iba a arrancar me decían cómo iba a hacer, siendo mujer, para hacer esto, y en parte por eso arranqué diseño gráfico, y vi que no me gustó. Entonces me animé y me anoté acá. Y cuando vi lo que era me pregunté por qué no lo hice antes”.

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