Multitudes de sirios celebraron ayer la caída del presidente, Bashar al Assad, derrocado por una rápida ofensiva de grupos rebeldes liderados por islamistas que puso fin a más de medio siglo de gobierno de la dinastía fundada por Hafez al Assad.
Assad, un oftalmólogo que dirigió Siria con mano de hierro desde su llegada al poder hace 24 años, dimitió y abandonó el país, afirmó Rusia, su principal aliado, que le concedió asilo, según indicaron las agencias TASS y Ria Novosti.
Decenas de personas irrumpieron en su lujosa residencia en Damasco, la capital. La casa del mandatario alauita, quien sucedió a su padre Hafez al Assad que gobernó el país de 1971 a 2000, también fue saqueada. “Vine por venganza, nos oprimieron de una forma inconcebible”, relató Abu Omar, un sirio de 44 años. “Hoy ya no tengo miedo”.
Una sala de recepción del palacio presidencial, situado en otro barrio, fue incendiada, al igual que edificios de entes de seguridad, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), una ONG con sede en Reino Unido que monitorea el conflicto.
La alianza rebelde liderada por los islamistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS) decretó toque de queda en Damasco hasta la madrugada de hoy. El anuncio se produjo horas después de su entrada en la capital siria, tras una fulgurante ofensiva lanzada desde la provincia de Idlib, en el noroeste del país, el 27 de noviembre. Al menos 910 personas, entre ellas 138 civiles, murieron desde el inicio de la ofensiva, indicó el OSDH. La violencia también desplazó a 370.000 personas, según la ONU, en un país que sufrió una sangrienta guerra civil provocada por la represión de masivas manifestaciones prodemocracia en 2011.
El líder islamista de la coalición rebelde, Abu Mohamed Al Jolani, llegó ayaer a Damasco y se dirigió a la célebre mezquita de los Omeyas donde pronunció un discurso.
Videos que circulan en los medios muestran que fue recibido por una multitud entre gritos de “Allah Akbar” (Dios es grande).
Decenas de personas salieron a las calles para celebrar la caída del gobierno. Imágenes mostraron personas pisoteando estatuas de Hafez al Assad. “¡Siria es nuestra, no es de la familia Assad!”, gritaron combatientes en las calles de Damasco. En la plaza de los Omeyas, se escucharon disparos como señal de alegría.
Habitantes relataron cómo algunos soldados del ejército sirio se deshicieron de sus uniformes al abandonar el cuartel general situado en la plaza.
“Después de 50 años de opresión bajo el gobernante partido Baaz, y 13 años de crímenes, tiranía y desplazamiento (desde el comienzo del levantamiento en 2011), anunciamos el fin de esta era oscura y el comienzo de una nueva era para Siria”, afirmaron los rebeldes.
En la televisión pública, la coalición, que tildó a Assad de “tirano”, dijo que liberó a todos los prisioneros “detenidos injustamente”.
La caída del gobierno abre un período de incertidumbre en Siria, fragmentada por una guerra civil que mató a casi medio millón de personas desde 2011. El conflicto dividió al país en zonas de influencia, con fuerzas beligerantes apoyadas por potencias extranjeras.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, celebró el fin del “régimen dictatorial” de Siria.
En tanto, el presidente de EE.UU., Joe Biden, calificó la caída de Assad como una “oportunidad histórica” y afirmó que el dirigente “debería rendir cuentas”.
COMENTARIOS