Hoy es una día electoral clave en Estados Unidos: el expresidente republicano Donald Trump intentará regresar a la Casa Blanca para un segundo mandato de cuatro años, mientras la vicepresidenta Kamala Harris buscará mantener al Partido Demócrata en el poder.
Los resultados de las elecciones de esta jornada dependerán de siete estados llamados bisagra o pendulares, donde la votación se avizora muy reñida: Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin.
Técnicamente empatados en las encuestas, tanto Trump como Harris quemaron ayer sus últimos cartuchos electorales con actos de campaña a pocas horas de unas elecciones que tienen en ascuas al mundo. Pese a que las encuestas muestran una contienda peleada Harris y Trump, expertos advierten que, al final, la diferencia entre ambos candidatos puede ser mucho mayor de lo esperado.
Según los sondeos de opinión más reputados, la vicepresidenta demócrata y el exmandatario republicano están codo a codo en los estados clave que posiblemente definan las elecciones presidenciales de hoy. Ayer a la tarde, por ejemplo, el recopilador de encuestas FiveThirtyEight daba a Harris y Trump un empate con el 47,8% de los votos en Pensilvania; un ajustado 47,4% frente a 47,7% en Nevada, y una diferencia de apenas un punto porcentual en Wisconsin, Michigan y Carolina del Norte. Pero no todo el mundo está convencido de que esta sea una competencia tan ajustada.
“De hecho, las encuestas por estados muestran no solo una carrera extraordinariamente reñida, sino inverosímilmente reñida”, considera Joshua Clinton, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Vanderbilt en Tennessee.
En un estudio publicado esta semana por la NBC, este especialista en sondeos cuestiona la “similitud” de los resultados -con pocas décimas- de las encuestas de opinión disponibles, sugiriendo que quizá sean los encuestadores y no los votantes quienes estén detrás de esta casi unanimidad.
“Una encuestadora temerosa que obtiene un margen de cinco puntos en una carrera reñida puede optar por ajustar sus resultados para que coincidan con lo que muestran otras encuestas, a fin de que su sondeo particular no dañe su reputación”, explicó. También hay que señalar que los institutos de encuestas están a la defensiva, enfrentados a costos financieros y a las crecientes dificultades para llegar a los votantes en la era de los teléfonos inteligentes que filtran las llamadas. Además, la experiencia de las últimas elecciones presidenciales estadounidenses no invita a respaldar sus predicciones sin reservas.
Las encuestadoras se equivocaron tanto en 2016 (victoria de Trump sobre Hillary Clinton) como en 2020 (derrota de Trump ante Joe Biden). La primera vez, por subestimar la categoría de “blancos sin título universitario” entre los votantes que dieron la victoria al republicano. La segunda, a pesar de correcciones adoptadas, por infravalorar una vez más el voto a Trump y considerar de más el dirigido a Biden.
Bastaría un error de este tipo para que los siete estados clave fueran ganados el martes por Trump o Harris, una hipótesis que nadie puede descartar.
Antecedente Carter/Reagan
Entrevistado por la AFP, W. Joseph Campbell, profesor de la American University de Washington, confirmó que se ha planteado “si los encuestadores no están maquillando demasiado sus datos, para alinearse con los resultados de los demás”.
“Es un fenómeno difícil de probar, pero que se sospecha, y se llama instinto de rebaño”, señaló. A continuación, mencionó otro famoso precedente, el de las presidenciales de 1980. “Todas las encuestas mostraban una carrera muy reñida entre el presidente Jimmy Carter y el republicano Ronald Reagan. Y Reagan acabó ganando casi por goleada, por casi 10 puntos porcentuales. No digo que eso vaya a repetirse en 2024, pero es algo a tener en cuenta”, acotó.
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