El Kremlin afirmó ayer que al menos tres rusos liberados en un importante canje de prisioneros con países occidentales eran agentes rusos encubiertos, en un inusual reconocimiento público de las actividades de sus ultrasecretos servicios de inteligencia.
Diez rusos, incluidos dos menores, fueron intercambiados por 16 occidentales y rusos -algunos de ellos disidentes y críticos de la ofensiva lanzada en Ucrania en febrero de 2022-, detenidos en Rusia y Bielorrusia, un país aliado de Moscú. Este fue el mayor canje de prisioneros entre Rusia y Occidente desde la Guerra Fría.
Moscú admitió que Vadim Krasikov, que cumplía cadena perpetua en Alemania por el asesinato en 2019 de un excomandante separatista checheno en un parque de Berlín, era un agente de élite del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB). Artem Dultsev y Anna Dultseva, que regresaron a Rusia junto a sus dos hijos tras ser liberados por Eslovenia y que se hacían pasar por argentinos, también eran espías, agregó el gobierno ruso, que casi nunca desvela detalles sobre sus agencias de inteligencia.
El presidente Vladimir Putin presentó a estos tres liberados como héroes y les agradeció los servicios que prestaron a la “Madre Patria”, prometiendo colmarlos de distinciones. “Krasikov es un empleado del FSB”, declaró el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Putin presionó públicamente para que Krasikov fuera liberado, pese a las resistencias en Berlín. Peskov indicó que Krasikov sirvió en la unidad de élite secreta “Alpha”, junto a personas que llegaron a ser guardaespaldas de Putin.
El jefe del gobierno alemán, Olaf Scholz, admitió que la liberación de Krasikov no fue una “decisión fácil”. Como contrapartida, Berlín consiguió la liberación de cinco ciudadanos alemanes, algunos con doble nacionalidad rusa.
“INCITA A TOMAR NUEVOS REHENES”
“A cambio de la liberación de un asesino, 16 inocentes fueron liberados. Es un dilema complicado. Incita a Putin a tomar otros rehenes”, declaró el opositor liberado Ilia Yashin en Bonn, en el oeste de Alemania.
Rusia también liberó a tres ciudadanos estadounidenses -los periodistas Evan Gershkovich y Alsu Kurmasheva, así como el exmarine Paul Whelan- y a algunos de los disidentes más destacados del país.
El presidente estadounidense, Joe Biden, calificó el acuerdo, alcanzado con la colaboración de Turquía, de “hazaña de la diplomacia”.
“CLANDESTINOS”
Artem Dultsev y Anna Dultseva, de 40 años, habían llegado a Eslovenia en 2017 con pasaportes argentinos y vivían en Liubliana con sus hijos, utilizando una galería de arte y un negocio de informática como coartadas.
“Los hijos de los clandestinos que llegaron ayer sólo se enteraron de que eran rusos en el avión procedente de Ankara. No hablan ruso”, indicó Peskov.
El término “clandestinos” es utilizado para referirse a los espías rusos que viven en el extranjero durante años, o incluso décadas, bajo identidades falsas, recopilando información de inteligencia para Moscú. Tras aterrizar en Moscú el jueves, Putin saludó a los niños con un “buenas noches”, en español.
“Ni siquiera sabían quién era Putin. Así es como trabajan los clandestinos, haciendo tales sacrificios por el bien de su trabajo y su dedicación a su servicio”, añadió Peskov.
Para garantizar el regreso de los diez rusos, Putin también accedió a liberar a algunos de sus más acérrimos críticos internos, algunos de ellos excolaboradores de Alexéi Navalni, el disidente de mayor notoriedad, fallecido en febrero en una cárcel del Ártico.
“Se salvaron dieciséis vidas humanas”, declaró en una rueda de prensa en Berlín uno de los liberados, Vladimir Kara-Murza, que cumplía una pena de 25 años de cárcel por “traición” y otros cargos. “Estaba seguro de que moriría en prisión”, agregó.
“NUNCA VOLVERÉ ALLÍ”
Los tres estadounidenses liberados aterrizaron ayer en Texas para someterse a revisiones médicas, tras pasar previamente por la Base de la Fuerza Aérea Andrews, a las afueras de Washington. Familiares y amigos los recibieron con vítores al desembarcar del avión a última hora del jueves, antes de que cada uno abrazara a Biden y a la vicepresidenta Kamala Harris. Gershkovich, reportero del Wall Street Journal, se abrazó con su madre y la levantó en el aire, al reencontrarse con ella tras 16 meses de cautiverio.
Kurmasheva, periodista de Radio Free Europe/Radio Liberty, que también tiene nacionalidad rusa, corrió a abrazar a sus dos hijos, y Paul Whelan, que pasó más de cinco años en prisiones rusas, expresó su alivio por estar por fin en libertad.
“Me alegro de estar en casa. Nunca volveré allí”, declaró Whelan entre risas. Estados Unidos había calificado de infundados los cargos contra ellos, los de Whelan y Gershkovich por “espionaje” y los de Kurmasheva por difundir “información falsa” sobre el ejército ruso. (AFP).
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