El número de muertos por el devastador terremoto que golpeó a Turquía y Siria “se va a duplicar o incluso más” cuando ahora se contabilizan más de 33.000 fallecidos, según el jefe de los servicios humanitarios de la ONU, Martin Griffiths.
El representante de la ONU hizo esas declaraciones en una entrevista concedida a Sky News el sábado cuando se encontraba de visita en la provincia turca de Kahramanmaras, epicentro del sismo de 7,8 que sacudió el sureste de Turquía y el noroeste de Siria, con más de 50 réplicas.
“Creo que es difícil estimar los fallecidos con precisión ya que hay que llegar hasta debajo de las ruinas, pero estoy seguro de que se van a duplicar o incluso más”, declaró
Griffiths. “No hemos empezado realmente todavía a contar el número de muertos”, señaló el experto al apuntar que localidades enteras han quedado reducidas a escombros.
“Es el terremoto más desastroso en cien años”, resumió.
En tanto, un nuevo convoy de Naciones Unidas llegó ayer al noroeste de Siria, pero Griffiths insistió en que se necesita más apoyo para las millones de personas que perdieron sus casas en el sismo del lunes pasado.
“Hasta ahora le hemos fallado a la gente del noroeste de Siria. Tienen derecho a sentirse abandonados, esperando una ayuda internacional que no ha llegado”, dijo Griffiths. “Mi deber y mi obligación es corregir este fracaso lo más rápido que podamos”, afirmó.
La ayuda ha llegado a cuentagotas en Siria, cuyo sistema de salud e infraestructuras han sido lastrados por más de una década de guerra. El convoy de ayer, integrado por una decena de camiones transportando herramientas para rescate, mantas y colchones, cruzó por el paso fronterizo de Bab al Hawa desde Turquía.
Bab al Hawa es el único punto de acceso para que la ayuda internacional llegue a las zonas rebeldes de Siria, enfrentadas al gobierno de Bashar al Asad, sancionado por Occidente.
El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, se reunió con Asad en Damasco y aseguró que el líder sirio se mostró dispuesto a abrir nuevos pasos fronterizos para ayudar a las zonas rebeldes del noroeste, enfrentadas al gobierno.
En medio de un escenario devastador y un frío glacial, decenas de miles de socorristas locales y extranjeros trabajan entre las ruinas en busca de señales de vida.
Pero los temores por la seguridad de los equipos de socorristas han obligado a suspender algunas operaciones y decenas de personas fueron arrestadas en Turquía acusadas de realizar saqueos tras el sismo.
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