Los primeros contactos de Macron con la oposición, ayer en el palacio del Elíseo, dieron la medida de las dificultades que tendrá a partir de ahora para liderar el país. La situación es inédita en Francia, donde por primera vez en seis décadas ningún partido tendrá una mayoría clara en la Asamblea Nacional. Para disipar la impresión de desgobierno mientras decide cómo y con quién gestionará, Macron confirmó en el cargo a su primera ministra, Élisabeth Borne, que le había presentado la dimisión, como es costumbre tras las legislativas. El presidente rechazó la dimisión “para que el Gobierno pueda continuar en la tarea y actuar estos días”, según un comunicado del palacio del Elíseo. Borne, nombrada en mayo y ahora en la cuerda floja, reunió a los ministros en Matignon, sede de la jefatura del Gobierno.
Macron, mientras tanto, recibía en el palacio del Elíseo a los líderes de los partidos con representación parlamentaria. Se trataba de tomar la temperatura y explorar terrenos de entendimiento.
El presidente sigue teniendo el primer grupo parlamentario, pero necesita 44 diputados más para alcanzar el umbral de la mayoría absoluta, 289 escaños.
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