Misiles de largo alcance, pero no tanto como para atacar territorio ruso. Ese es el equilibrio que ha encontrado Washington para reforzar la artillería ucraniana tras las peticiones del Gobierno de Volodimir Zelenski. La decisión, que puede suponer un importante cambio en el reparto de fuerzas, fue anunciada el martes por el propio presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a través de un artículo en The New York Times. Moscú no tardó en reaccionar y lanzar la advertencia de que Washington aumenta el riesgo de una “confrontación directa”.
“He decidido que proporcionaremos a los ucranianos sistemas de cohetes y municiones más avanzados que les permitirán atacar con mayor precisión objetivos clave en el campo de batalla de Ucrania”, escribe Biden, que ha cuidado mucho sus palabras. Este pasado lunes, señaló que no facilitaría al Gobierno de Kiev misiles capaces de atacar territorio ruso. El presidente estadounidense se estaba refiriendo a sistemas con un radio de acción más amplio que los que enviará el Pentágono, de hasta 70 kilómetros, aproximadamente.
Se trata de sistemas de lanzamiento múltiple de misiles guiados por satélite que pueden desplazarse a bordo de un vehículo, de modo que tienen una gran movilidad. Las siglas con que el fabricante los denomina son Gmlrs e Himars. Para el ejército ucraniano pueden suponer un cambio sustancial tanto en su defensa como a la hora de impedir que Rusia consolide sus posiciones en las zonas invadidas. Un portavoz del Departamento de Estado manifestaba este martes su inquietud al respecto: “Seguimos preocupados por las medidas que está tomando Rusia para intentar institucionalizar el control sobre el territorio ucraniano soberano, especialmente en la región de Jersón”, ha señalado.
Biden cree que la guerra solo puede acabar con una negociación y justifica así el apoyo militar a Ucrania y el envío adicional de esos sistemas de misiles: “Nos hemos apresurado a enviar a Ucrania una cantidad importante de armamento y munición para que pueda luchar en el campo de batalla y estar en la posición más fuerte posible en la mesa de negociaciones”. Moscú, en cambio, considera que Estados Unidos “está echando gasolina al fuego deliberadamente”, ha afirmado este miércoles Dmitri Peskov, portavoz del presidente ruso, Vladimir Putin.
El Kremlin se mantiene en la línea de estos meses ante el continuo refuerzo armamentístico a Ucrania. De viaje en Arabia Saudí, el titular de Exteriores, Serguéi Lavrov, ha abundado en la advertencia de que la decisión estadounidense aumenta el peligro de que “un tercer país” se vea arrastrado al conflicto. El nuevo armamento está incluido en una remesa valorada en 700 millones de dólares (alrededor de 658 millones de euros) dentro del paquete de 40.000 millones de dólares (unos 38.000 millones de euros) en ayuda militar, económica y humanitaria aprobada por el Congreso estadounidense hace unas semanas. Estados Unidos ya ha enviado abundante material militar y los equipos antitanque y antiaéreos han resultado decisivos para frenar la invasión rusa.
A Washington le preocupa que el envío de misiles se interprete en Moscú como una escalada y Biden dejó claro que el propósito de esos misiles no es atacar territorio ruso.
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