Los sistemas sanitarios europeos llevan días detectando más y más casos de positivos por la nueva variante Ómicron. A pesar de que la tendencia general de la incidencia de la pandemia en el viejo continente es al alza, hay fuertes diferencias por países y muchos gobiernos pretendían hacer que las próximas fiestas navideñas fueran sin apenas restricciones. La nueva variante deja todo en el aire.
Bélgica está jugando a ser el canario en la mina. La pasada Navidad se miró a su Gobierno como el ejemplo a seguir en Europa en cuanto a control del virus. No hubo oleada de incidencia navideña mientras sí la había en los países vecinos. Porque Bélgica mantuvo unas durísimas restricciones, prohibió cualquier tipo de fiesta y encuentro y cerró todo lo no esencial.
Ni en días señalados como Nochebuena o Fin de Año se pudieron reunir las familias. A casa solo podías invitar a una persona y siempre debía ser la misma. Prohibido salir del país salvo contadas excepciones. Prohibido entrar. Duro, simple, claro. Funcionó y los sondeos decían que la población lo aceptaba.
Este año es distinto a pesar de que los responsables políticos son los mismos. Flandes presionó para eliminar prácticamente todas las restricciones desde octubre. Apenas aceptó que se siguieran usando barbijos en interiores. Las otras regiones y el gobierno federal aceptaron.
Poco a poco la incidencia volvió y a mediados de noviembre ya era claro que las escuelas, porque los menores de 12 años todavía no se vacunan, se habían convertido en focos de contagios. Y desde ellas los niños llevaron el virus a casa. La incidencia se disparó a tasas no vistas ni en 2020 y el número de muertos al día superó los 50 en un país de 11,3 millones de habitantes.
Los políticos, forzados por los expertos, apretaron este viernes, pero las restricciones se limitan a cerrar la hostelería, recomendar teletrabajo y a poner fin a la vida nocturna a las 23:00. También prohibieron concentraciones de más de 200 personas en interiores.
Se enviará de vacaciones a los escolares el 17 en lugar del 24 de diciembre. Los expertos dudan de las medidas, mucho más blandas que las del año pasado.
Este domingo hubo otra manifestación en Bruselas que muestra que la inmensa mayoría de la población sigue resignada a las restricciones a pesar de que este año la clase política tergiversa.
En las protestas del domingo en Bruselas, una ciudad de 1,3 millones de habitantes, hubo 8000 personas. Entre ellas unos pequeños grupos de vándalos dedicados más a romper que a protestar. Las manifestaciones se nutren de grupos de antivacunas y del partido Vlaams Belang, una formación neonazi flamenca.
Hospitales complicados
Bélgica es, entre los países europeos con tasas de vacunación superiores al 75%, uno de los que más rápido parece haber llegado al pico de incidencia de esta oleada pues los hospitales dan síntomas, en los últimos días y tras unas semanas al borde del colapso, de reducir los ingresos.
La tensión por el desconocimiento sobre la nueva variante, sobre su capacidad para infectar y sobre la severidad de sus síntomas, muestra que esta Navidad puede ser otra lejos de la antigua normalidad.
La Navidad, con una Ómicron dura o más liviana, será de nuevo una Navidad de restricciones. Los tradicionales mercados de Navidad están cerrados y este lunes San Nicolás no llegó a muchos colegios belgas y holandeses con sus regalos, para evitar contagios.
También se va abriendo el debate sobre la vacunación obligatoria, que ya se impone en Austria para toda la población y en Grecia para los mayores de 60 años.
Alemania la estudia y ya empezó a hacer la vida lo más difícil posible a los no vacunados, que solo pueden entrar libremente en farmacias, centros médicos o supermercados.
Europa es de nuevo el epicentro mundial de la pandemia y los países con mayor capacidad de secuenciación genética (Reino Unido y Dinamarca) son los que más casos de la nueva variante están detectando.
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