Ana Frank tenía 15 años cuando su vida se apagó en un campo de concentración alemán, después de dos años de clandestinidad para esconderse de los nazis, dejando tras ella el célebre diario en el que cuenta sus temores, sus esperanzas y sus sueños.
Nacida en Fráncfort del Meno, en Alemania, en junio de 1929, Ana fue la segunda hija de Otto Frank y Edith Frank-Hollander, ambos descendientes de familias judías que habían vivido en Alemania durante siglos. Con el ascenso al poder de Adolf Hitler en 1933, Otto se mudó con su familia a Amsterdam para escapar de la creciente persecución nazi. En Holanda, dirigió un exitoso negocio de especias y mermeladas.
En principio, Ana iba al colegio con otros niños holandeses de clase media sin distinción de credo, pero con la invasión alemana de los Países Bajos en 1940 tuvo que cambiarse a un colegio judío. El asedio nazi iba in crescendo y en 1942, Otto comenzó a organizar un escondite en un anexo de su almacén en el canal Prinsengracht en Amsterdam.
Al cumplir 13 años, en junio de 1942, Ana recibió un diario de regalo y comenzó a relatar allí sus experiencias cotidianas, su relación con su familia y amigos y sus observaciones sobre el mundo cada vez más peligroso que la rodeaba. Menos de un mes después, la hermana mayor de Ana, Margot, recibió un aviso de llamada para presentarse en un “campo de trabajo” nazi. Temiendo la deportación a un campo de concentración, los Frank se refugiaron en el anexo secreto al día siguiente.
Una semana después, se les unió el socio comercial de Otto Frank, Hermann Van Pels, su esposa Auguste y su hijo Peter. En noviembre, el dentista Fritz Pfeffer, el octavo ocupante del escondite, también se sumó al grupo.
La entrada al anexo secreto estaba oculta por una biblioteca con bisagras (lo que la hacía giratoria), y los antiguos empleados de Otto y otros amigos holandeses les entregaban alimentos y suministros adquiridos exponiéndose a un alto riesgo de ser descubiertos por las fuerzas de Hitler. Ana y los demás vivían en habitaciones con ventanas oscurecidas y nunca tiraban el inodoro durante el día por temor a que se detectara su presencia. En junio de 1944, los desembarcos aliados en Normandía animaron a Ana, esperanzada en que pronto comenzaría la tan esperada liberación de Holanda.
El día más temido
El 1 de agosto fue la última vez que la jovencita escribió en su diario. Tres días más tarde, el 4 de agosto de 1944, los ocho escondidos fueron capturados por agentes de las SS. Ese viernes, del que hoy se cumplen 77 años, era un día cálido y soleado en Amsterdam. Los escondidos cumplían 760 días en la “casa de atrás”, más de dos años después de que Ana entrara al escondite junto a su familia, el 6 de julio de 1942.
Entre las 10.30 y las 11 de la mañana, agentes de la Gestapo aparecieron en el inmueble de la calle Prinsengracht 263. Algunas teorías sostiene que alguien los traicionó y delató, y otras, que los nazis llegaron casualmente en una de tantas redadas que hacían. En la planta baja del almacén, hablaron con un empleado que les señaló hacia arriba, donde estaba el personal de la oficina.
Nada indicaba que este empleado, al igual que sus compañeros de trabajo, conocía la existencia de personas escondidas en el edificio.
En el primer piso, el personal de la oficina se encontraba trabajando cuando se abrió la puerta de repente. Uno de los empleados era la protectora Miep Gies. Ella contó tiempo después: “Entró un hombre pequeño con un revólver en la mano apuntándome”. Los demás oficiales se dirigieron a la oficina de Víctor Kugler quien, como director de la empresa, era responsable de las operaciones comerciales. Lo interrogaron y lo llevaron a recorrer el edificio.
Durante la revisión también entraron en la habitación con la biblioteca giratoria. En una inspección fugaz no podía verse que había una casa entera oculta detrás de esa estantería, pero los oficiales nazis hallaron la entrada secreta a la “casa de atrás”.
Los escondidos quedaron estupefactos. Habían vivido durante más de dos años con el miedo constante a ser descubiertos. Y ese momento había llegado. Otto contó años más tarde la experiencia: estaba en la parte de los Van Pels ayudando a Peter con sus tareas escolares. De pronto hubo corridas “y cuando se abrió la puerta, un hombre estaba parado justo frente a nosotros, con una pistola en la mano. Abajo estaban todos reunidos. Mi esposa, mis hijas y los Van Pels estaban parados con sus manos en alto”.
Los papeles de Ana
A continuación, el odontólogo Fritz Pfeffer fue llevado también a la sala. Los escondidos tuvieron que entregar todos sus objetos de valor.
Un agente de la Gestapo tomó el maletín de Otto, donde estaban los papeles del diario de Ana, y lo sacudió hasta vaciarlo, para guardar ahí los objetos de valor. Los papeles del diario de Ana cayeron al piso, mientras los escondidos se preparaban para partir.
Los protectores Víctor Kugler y Johannes Kleiman fueron detenidos junto con los ocho escondidos.
Ya eran las 13. La incursión había durado más de dos horas.
Jan Gies, el esposo de la protectora Miep, llegó ese día para almorzar con los escondidos, como lo hacía con frecuencia. Miep le avisó sobre la presencia de las SS y Jan se alejó enseguida, de regreso a su trabajo, aunque pudo ver el momento en que se llevaban a todos los arrestados.
Los ocho escondidos fueron trasladados junto a los dos protectores a un edificio policial donde los sometieron a un interrogatorio. La Gestapo buscaba delaciones de otros escondites. Pero los protectores permanecieron en silencio. Otto Frank respondió que a lo largo de los 25 meses en la “casa de atrás”, ellos habían perdido todo contacto con amigos y conocidos y que, por lo tanto, no sabían nada. Luego, los nazis separaron a escondidos y protectores en dos lugares de detención diferentes.
Después de un rato de finalizada la captura, las protectoras Miep Gies y Bep Voskuijl junto con Willem van Maaren subieron a la “casa de atrás”, donde todavía estaban en el suelo los papeles del diario de Ana.
Miep recordó tiempo después dicho momento: “Bep y yo subimos las escaleras más tarde, a las habitaciones de los Frank. Y allí vimos, dispersos en el suelo los papeles del diario de Ana”. Miep y Bep recogieron los papeles y los llevaron a la oficina.
Allí, Miep guardó los papeles en un cajón. De los escondidos, solamente Otto sobrevivió a la guerra.
Cuando regresó a Amsterdam, después de la liberación de Holanda, Miep le entregó los papeles que luego se transformarían, al ser publicados, en el “Diario de Ana Frank”, el libro más vendido en el mundo después de la Biblia y traducido a más de 70 idiomas.
Trasladada al campo de concentración de Bergen-Belsen, Ana murió de tifus en febrero de 1945, poco antes de que los Aliados liberaran el campo el 15 de abril de ese año. Solo 38.000 de los 140.000 judíos que vivían en Holanda sobrevivieron al Holocausto.
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