¿Egoístas, irresponsables y peligrosos? Los jóvenes son señalados por entidades como la OMS y autoridades sanitarias como aceleradores de los rebrotes de coronavirus, pero son una población difícil de disuadir en pleno apogeo del verano boreal.
“Pregúntense: ¿realmente tengo necesidad de ir a esa fiesta?” Tras implicarlos directamente a los jóvenes a fines de julio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) insistió días atrás, en boca de su director de emergencias sanitarias, Michael Ryan.
La llegada de las vacaciones y el levantamiento de los confinamientos han llevado a la salida en tropel de las personas entre 15 y 25 años, ansiosas de divertirse. Los locales nocturnos son vistos por las autoridades sanitarias como nidos de COVID-19. Suiza, uno de los primeros países en reabrir sus discotecas, lo experimentó en carne propia.
En Ginebra, entre 40 y 50 por ciento de los casos detectados en las últimas dos semanas de julio “estuvieron ligados a personas que frecuentaron discotecas y bares, locales para bailar o donde la gente está muy junta”, deploró el profesor Didier Pittet, jefe del servicio de prevención de infecciones del hospital universitario de Ginebra.
En otros países, las discotecas siguen cerradas o reducidas a simples bares con sus pistas de baile prohibidas, como en Ibiza, una de las capitales mundiales de la fiesta.
Pero eso no detiene a los jóvenes con deseo de divertirse, que siguen reuniéndose al aire libre. Cerca de Manchester, fiestas raves han congregado a entre 2.000 y 4.000 personas. En Londres, la policía se esfuerza en desmantelar fiestas ilegales, y en París el Bosque de Vincennes se convirtió en el epicentro de las “free party”, fiestas clandestinas de música electrónica, sin mascarillas ni distancia social.
Para los organizadores, como Antoine Calvino, “la fiesta es vital.
Es un válvula de escape y una zona de tolerancia sin igual”.
Confinamiento o libertad
En Alemania también hay alarma por lo que el jefe del instituto de referencia Robert Koch, Lothar Wieler, llama fiestas “temerarias”.
“Aún cuando son jóvenes, estadísticamente menos susceptibles de estar gravemente enfermos, pueden infectar a sus familias”, advirtió.
El número de contagios, a menudo asintomáticos, aumenta. En Canadá, los menores de 39 años representan la mayoría neta de nuevos casos. Los jóvenes “no son invencibles” frente al virus, señaló la dirección de salud pública.
En todas partes, las autoridades buscan poner coto al fenómeno.
España busca hacerle frente al problema. Según el epidemiólogo del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, los jóvenes son “un grupo más difícil de controlar”, con “un estilo de vida y unas ganas de vivir muy diferentes a otros”.
Sugirió vigilar e incluso imponer “algún mecanismo punitivo”, pero sin “demonizar a estas personas”.
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