La muerte de Daniel H. en una reyerta presuntamente con extranjeros prendió una llama que amenaza con propagarse en un denso clima de xenofobia. Alemania se encuentra en estado de shock desde que el domingo grupos de neonazis tomaran las calles de Chemnitz, en el este del país, y llamaran a la caza del extranjero al grito de “nosotros somos el pueblo”. En el epicentro del estallido, algunos vecinos se acercan a rendir homenaje al difunto ante un altar improvisado de velas rojas y flores colocadas sobre el pavimento. “La gente está muy enfadada, esto no se acaba aquí”, vaticina Simone, de 55 años, que ha participado en las protestas contra los extranjeros.
La canciller alemana, Angela Merkel, condenó con firmeza este lunes los actos violentos que han puesto en guardia a Alemania. “Hemos visto persecuciones xenófobas colectivas, odio en la calle y eso no tiene nada que ver con el Estado de derecho”, indicó. Los disturbios y concentraciones ultras se han repetido desde el fin de semana y han dejado una veintena de heridos.
En la Brückenstrasse, en el centro de la ciudad y escenario de la violencia de los últimos días, reinaba a última hora de este martes la calma, pero la tensión era muy palpable. Un grupo de hombres vestidos de negro y con cara de muy pocos amigos increpaban a un periodista que trataba de hacer una conexión televisiva. A las pocas personas que merodean por el lugar les basta mirarse para saber de qué bando están.
Un médico jubilado que fue a rendir homenaje al fallecido asegura, sin embargo, que mucha de la gente que ha salido a protestar en los últimos días son personas corrientes que simplemente están hartas de la criminalidad. “Siempre hay extremistas en ambos bandos”, asegura en alusión a la manifestación antifascista convocada el lunes. La llegada desde 2015 de más de 1,2 millones de refugiados ha disparado la xenofobia y el ultranacionalismo por parte de los que dicen sentirse invadidos.
POR LA LLEGADA DE INMIGRANTES
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