El Papa Francisco aceptó ayer la renuncia de un arzobispo australiano condenado por encubrir abusos sexuales de un sacerdote a menores, tras la creciente presión ejercida por prelados e incluso por el primer ministro del país.
Fue la segunda renuncia de un cargo eclesiástico de alto perfil por su relación con los abusos sexuales en los últimos días, lo que sugiere que el Pontífice está dispuesto a mostrarse firme en este asunto antes de viajar a Irlanda el mes que viene, donde es probable que el escándalo domine la visita.
El arzobispo de Adelaida, Philip Wilson, fue condenado en mayo por no reportar a la policía los repetidos abusos cometidos por el sacerdote pedófilo James Fletcher a dos monaguillos en la región de Hunter Valley, en el Norte de Sydney, durante la década de 1970. Wilson es el religioso de mayor rango condenado por encubrir las agresiones.
Wilson había rechazado renunciar a su cargo hasta que no se resolviese la apelación de su caso, aunque la semana pasada reconoció que los pedidos para su dimisión iban en aumento. A mediados de mes, el primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull, se sumó a las voces que pedían a Francisco que lo echase.
El Vaticano dijo en un comunicado de apenas una línea publicado hoy que Francisco aceptó la renuncia de Wilson. El religioso tiene 67 años, muy por debajo de la edad a la que suelen retirarse los obispos, los 75 años.
En una declaración emitida por la arquidiócesis, Wilson dijo que presentó su renuncia a Francisco por su propia voluntad el 20 de julio, un día después del llamado de Turnbull, y dijo que esperaba que su decisión ayudara a sanar a las víctimas y al resto de la comunidad católica.
Esta medida es relevante dado que Francisco está sometido a una creciente presión para sancionar a los prelados que gestionaron mal o taparon los casos de abusos, con llamados para que se abra una investigación completa en Estados Unidos y con pesquisas penales ya en marcha en Chile. En Estados Unidos, los obispos y cardenales están sometidos a una creciente presión para revelar qué sabían sobre los abusos a seminaristas, tanto adultos como menores, supuestamente cometidos por el cardenal Theodore McCarrick, ex arzobispo de Washington.
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