Boris Johnson
El primer ministro Boris Johnson planteó el modelo a seguir como el que caracteriza a dos ex colonias británicas: Australia y Canadá, ess decir, el libre cambio.
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Reino Unido: los planes estratégicos del gobierno conservador de Boris Johnson

Dice la leyenda que el Imperio Británico caerá definitivamente el día que la población de cuervos que habita la Torre de Londres resulte inferior a la media docena de ejemplares. Pues bien, el 14 de enero pasado, los guardianes humanos del lugar donde son protegidas las joyas de la corona, admitieron que Merlina, la cuervo “jefa” estaba desaparecida desde varios días y confesaron el temor acerca de su muerte.
Sin Merlina, la población “alada” queda reducida a siete individuos, uno más que el mínimo. Para no pocos supersticiosos, “cabuleros” y otros creyentes de los caprichos del destino, el fin del Imperio –o, mejor dicho, lo poco que queda- se acerca. Para otros, los menos, es una consecuencia del Brexit.
La referencia viene al caso cuando está a punto de concluir el primer trimestre en la vida de un Reino Unido que abandonó -¿definitivamente?- la Unión Europea. Y viene bien porque, como recuerda el prestigioso y reconocido historiador y profesor Timothy Garton Ash, entre europeos y británicos se impuso la lógica del “vidalismo”.
Ese “vidalismo” no es otra cosa que el pensamiento publicado del escritor norteamericano Gore Vidal cuando dice que “no se trata solo de ganar. Hace falta que otros fracasen”. La sentencia es un todo aplicable a la guerra verbal –con consecuencias prácticas- entre el Reino Unido y la Unión Europea, tras el retiro del primero el 01 de enero de 2021.
Desde las muestras de orgullo nacional del primer ministro Boris Johnson –“vacunamos más que todos ellos (los europeos) juntos”- hasta las declaraciones del extremista ministro británico de Educación, Gavin Williamson –“somos un país mucho mejor que cada uno de ellos”, todo lleva al “vidalismo” del que habla Garton Ash.
Del otro lado, el europeo, están los eurofóbicos que desean el éxito del Reino Unido “liberado” frente a los revanchistas que proclaman la virtud de “hacerles pagar precios muy altos” a los británicos por abandonar el redil europeo.
Al medio quedan las voces, bastante aisladas por cierto, que pretenden unas reglas de juego competitivas pero, a la vez, cooperativas. No parece sencillo alcanzar dicho equilibrio. En su momento, el primer ministro Johnson planteó el modelo a seguir como el que caracteriza a dos ex colonias británicas: Australia y Canadá. Es decir, el libre cambio.

La huida hacia adelante
El slogan que selló la “aventura” del Brexit tras el referéndum del 2016 que decidió la separación de la Unión Europea fue “Global Britain” (Gran Bretaña global). Por aquella época no significaba nada en especial. Quienes lo enarbolaban como la ex primer ministro Theresa May y su entonces ministro de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, caían en definiciones tan vagas como “no se trata de cortarnos del mundo, sino de forjarnos un nuevo rol”. ¿Cómo? Sin definición.
Fue necesario esperar hasta el 16 de marzo de 2021, cuando el ahora primer ministro Johnson publicó un documento titulado “Revista Integrada sobre Seguridad, Defensa, Desarrollo y Política Exterior” en el que precisa el significado del, hasta ese momento nebuloso, slogan.
De aquí en más, los británicos saben hacia donde los dirige su primer ministro. A favor o en contra, una sana y valiente práctica el decirle a un pueblo hacia donde se lo conduce. Sana y valiente práctica no frecuente entre los estados del mundo. En su parte explicativa, el documento se auto define como “el más importante ejercicio geopolítico desde la finalización de la Guerra Fría” con la caída del Muro de Berlín en 1989.
Cataloga como “de más fragmentado al mundo, con una competencia entre los países acerca de valores e intereses”. Con tono mesurado y equilibrado –calidades que nadie reconoce en el primer ministro Johnson- el documento anuncia, luego de 30 años de reducciones, el incremento del arsenal de ojivas nucleares que pasa de 180 a 260.
Como era de esperar, los laboristas en la oposición criticaron el punto. La respuesta del ministro de Relaciones Exteriores, Dominic Raab, fue catalogar el aumento de la capacidad ofensiva como “la garantía última, es la póliza de seguridad frente a Estados hostiles”.
El documento define a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como “la base inquebrantable de la seguridad colectiva euro-atlántica”. Señala a Rusia como la amenaza más grave para la seguridad del Reino Unido y califica a Estados Unidos como el principal aliado en materia de defensa, inteligencia y seguridad.
Una modificación trascendental de política exterior es la decisión, consignada en la “Revista”, sobre el cambio de prioridades. Deja de ser Europa el centro de la atención británica para trasladarse a la región indo-pacífica. 
Una prioridad que no abarca a China. Por el contrario, en alusión a China, el documento reafirma el concepto de libertad de circulación en los mares y califica al gigante asiático como “un problema considerable para las sociedades abiertas como las nuestras”.
Si Rusia, Estados Unidos y China reciben especial interés en el documento de autoría del primer ministro Johnson, Europa, en cambio, casi brilla por su ausencia. La “Revista” se limita a  reconocer el “rol importante” que la Unión Europea desempeñó en materia de paz y prosperidad continental.
Aplaudido por conservadores, el contenido de la “Revista” es, para los críticos, una huida hacia adelante para maquillar el daño –incomprobable de momento, del Brexit.

Inmigración, economía y pandemia
En esto de redefinir políticas, no se quedó atrás la catalogada como muy radical, ministro del Interior, Priti Patel, hija de inmigrantes indios del estado de Gujarat. Para la ministro, admiradora de la difunta Margareth Thatcher, el sistema británico de asilo está quebrado.
Frente a ello, la señora Priti Patel, practicante del hinduismo, propone una división en dos clases de los refugiados. Los que llegan al Reino Unido por “rutas legales” y los otros, los que llegan de forma clandestina en botes y camiones a través de las redes de los “pasadores”.
Para los primeros, llegados de zonas de guerra o hambrunas tras negociaciones con, por ejemplo, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas, corresponderá el estatuto de refugiado a pleno con derechos como el reagrupamiento familiar y las ayudas sociales disponibles. 
Derechos que no recibirán los que llegan a través de las redes de pasantes, a los que solo se proveerá de un estatuto de protección temporaria por treinta meses. Fueron 35.099 personas las demandantes de asilo durante 2020. Quienes recibieron el estatuto de refugiado durante el mismo período, totalizaron 20.339 individuos.
Del lado de la economía, tras el Brexit, los datos correspondientes al mes de enero del 2021, no resultaron alentadores. Así, el primer mes del 2021 vio caer las exportaciones británicas en un 19,3 por ciento como producto de la disminución del 41 por ciento de las ventas externas con destino a la Unión Europea. Con las importaciones, la caída fue del 21,6 por ciento en general y del 2,9 por ciento para bienes producidos en la UE.
Del lado del Producto Bruto Interno, tras un esperanzador incremento del 1,2 por ciento en diciembre –guarismo con pandemia-, enero 2021 representó un descenso del 2,9 por ciento. Comparada con febrero del 2020, justo antes de las consecuencias económicas del COVID-19, la economía británica, a enero 2021, se redujo en un 9 por ciento.
Para los analistas, la exitosa campaña de vacunación en el Reino Unido y la reapertura económica deben estimular un rebote positivo de la actividad. Sobre este último tema, la inyección de la primera dosis de la vacuna contra el Covid-19 alcanza en el Reino Unido al 42,3 por ciento de la población solo superado por las Islas Seychelles e Israel y seguido por Chile entre los Estados independientes, aunque la población que recibió la segunda dosis solo totaliza el 3,8 por ciento.
Si el plan de vacunación recibe y merece la admiración del mundo, por el contrario, la vacuna británico-sueca AstraZeneca se ve envuelta en cuasi litigios en todo el mundo acerca de su efectividad, ahora estimada en un 79 por ciento de eficacia, y acerca de su producción y distribución muy por debajo de los contratos comprometidos.

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