Ángela Merkel
Ángela Merkel mostró su pulso negociador para atender la emergencia de la pandemia y la crisis económica, en su carácter de titular del Consejo de la Unión Europea.
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Alemania: una presidencia de la Unión Europea obligada por la emergencia

El primer día del nuevo año del 2021, la canciller federal Angela Merkel, dejó el cargo rotativo semestral de presidente del Consejo de la Unión Europea (UE) en manos del primer ministro de Portugal, Antonio Costa.
La de la canciller Merkel fue una presidencia de la emergencia. Nada quedó de aquella intención original de adentrarse en la lucha contra el cambio climático o la búsqueda de un pacto migratorio que ordenase las tensiones en el seno de los 27 países integrantes de la UE que la cuestión suscita.
Y es que el coronavirus se llevó la atención, sino con exclusividad, sí con una preeminencia tal que eclipsó otras cuestiones no obstante también presentes. Por un lado, la crisis sanitaria. Por el otro, la económica. Una suma de factores que obligó a la paciente canciller, especialista en lograr consensos, a prestar toda su atención.
No le fue mal, pero tampoco del todo bien. Zafó por poco. Es que en el terreno sanitario, la Unión Europea (UE) presenció impotente como cada país reguló y regula su propia situación. La única coordinación alcanzada fue la fecha –más nominal que real- de inicio de la vacunación, el pasado 27 de diciembre de 2020.
La presidencia alemana representó, en primer término, un cambio estratégico para la propia Alemania. Si el objetivo continúa siendo avanzar en una Europa unida –ahora sin los británicos- el instrumento central para avanzar en dicha dirección es otro.
Es más, es el opuesto. Cuando ocurrió la crisis financiera griega, la canciller Merkel cumplió el rol de la dureza. Condiciones draconianas fueron impuestas al país helénico, cuando en 2015 cayó en cesación de pagos. Nadie habló de solidaridad. Por el contrario, los griegos debían pagar los platos rotos de una política irresponsable y fraudulenta.
Eso fue antes. Ahora, con la pandemia todo cambió. O mejor dicho quién cambió fue Alemania. Es más, fue la canciller Merkel, quién enarboló la bandera de la solidaridad y abandonó el club de los austeros.
Acaudillada por la canciller alemana, en asociación con el presidente francés Emmanuel Macron, la UE abandonó toda ortodoxia para endeudarse de manera común en el rescate desigual de sus socios. 
En síntesis, Alemania finaliza su presidencia con un cambio estratégico que la obliga a hacer concesiones. ¿Qué la canciller Merkel lo sabe hacer? Sin dudas. ¿Qué lo logra? También.

Una pandemia… politizada
No fue la primera ola sino la segunda del Covid-19, la que golpeó a Alemania de manera sensible. A la fecha, el país teutón es uno de los más afectados entre los afectados europeos. No obstante, el “buen comportamiento” de las cifras de contagio y de fallecidos de la primera ola moderan el resultado final. Así, Alemania ocupa, a la fecha de este análisis, el lugar 54 entre los países con mayor cantidad de muertes debido a la pandemia, con un promedio de 389 fallecidos por millón de habitantes.
Totales muy lejanos de cuanto exhibe su vecino Bélgica –lugar 2, luego del micro estado de San Marino- con 1.695 fallecidos por millón de habitantes. El resto de los limítrofes con Alemania, también muestran índices de letalidad por COVID-19 superiores. Así, la República Checa llega a 1.096 fallecidos por millón de habitantes; Francia, 956; Suiza, 879; Luxemburgo, 804; Polonia, 722; Austria, 684; Países Bajos, 656. Solo Dinamarca con 211 fallecidos por millón de habitantes, evidencia un resultado mejor.
Fácil y justificado resulta, entonces, comprender la popularidad y el apoyo, en medio de la pandemia, que recibe la canciller federal Merkel, en particular, y su gobierno, en general. Sin embargo, restricciones y vacuna son objeto de críticas por parte de quienes sostienen la preponderancia de la libertad individual por sobre cualquier otra justificación que pretenda limitarla en razón de una situación excepcional.
Para cerrar el tema coronavirus, es de hacer notar que fue un laboratorio alemán BioNTEch quien desarrolló la vacuna que produce la norteamericana Pfizer y que ya se inocula en varios países del mundo.

Inmigración, racismo y xenofobia
La cotización a valor de mercado de BioNTech pasó, según el índice NASDAQ que mide a 3.800 compañías de alta tecnología en todo el mundo, de un valor de 4.500 millones de dólares a principios del 2020 a uno de 21.000 millones de igual moneda al término de igual año.
Más allá de discursos de elevado tono, de gestos políticos para la foto y de declaraciones que en mucho se asemejan a sloganes, la realidad de BioNTEch es una cachetada estruendosa y consistente para racistas y xenófobos que pululan por el mundo y que reivindican –a conciencia o por ignorancia- imaginarias superioridades étnicas.
Ocurre que sus propietarios y directores es una pareja conformada por Ugur Sahin (55 años) nacido en Alejandreta, Turquía, y Özlem Türeci (53 años), nacida en Laudrup, land (estado) de Baja Sajonia, hija de un médico turco radicado en Alemania.
Por supuesto que el éxito científico y económico de la pareja Sahin-Türeci no puede, ni debe, generalizarse. No es el caso, ni mucho menos. Sí, en cambio agrega un elemento de peso en la discusión teórico-práctica sobre la inmigración.
Precisamente, la inmigración debía ser una de las materias centrales de la presidencia alemana de la Unión Europea correspondiente al segundo semestre del año. El COVID impidió cualquier desarrollo, al respecto.
Sin embargo, una nueva crisis entre el autoritario gobierno turco del presidente Recep Tayyip Erdogan y el republicano gobierno griego del primer ministro Kyriakos Mitsotakis puso nuevamente el tema sobre el tapete, respecto del ingreso o no de miles de refugiados de la guerra civil siria y de otros países asiáticos a la Unión Europea (UE).
El gobierno alemán, cargado con la responsabilidad de presidir la UE, debió abrir sus puertas a un cierto número –no menor- de refugiados, secundado por su socio francés. Racismo y xenofobia, pese a los más que notables avances, son temas aun no superados por la sociedad alemana.

Alemanes por el mundo
La presidencia alemana de la Unión Europea –segundo semestre del 2020- finaliza con un acercamiento a China. Se trata de un intento -por el momento es solo un anuncio de acuerdo- de dicha presidencia de finalizar con algo más que las decisiones económicas sobre las consecuencias de la pandemia. 
Un preacuerdo que no está exento de polémica, significa acordar con una dictadura que no respeta los derechos humanos y que lleva a cabo una política unilateral y forzada de asimilación étnica de las minorías, en particular los uigur –musulmanes- en el oeste del país y los tibetanos –budistas- en el sur.
Europa, en general, y Alemania, en particular, se debaten siempre entre sus concepciones liberales sobre el Estado de Derecho, los derechos humanos y las libertades públicas frente al realismo pragmático impuesto por el mercado o, mejor dicho, por los beneficios del mercado.
Alemania y China se muestran apuradas por llegar a buen puerto, Francia prefiere esperar a las nuevas autoridades de la Casa Blanca en Washington. La penúltima palabra será de Portugal que estrena presidencia. La final, el siempre difícil acuerdo de los 27.
La despedida de la canciller federal Merkel de la presidencia de la UE también se caracterizó por el acuerdo de último momento sobre las relaciones comerciales con el Reino Unido de la Gran Bretaña tras el “Brexit” definitivo del 1 de enero de 2021. 
Y queda Rusia. Relación donde Alemania mostró firmeza en ocasión del atentado contra el opositor ruso Alexei Navalny envenenado, durante un vuelo entre dos localidades siberianas, a través de un agente químico –Novichok- desarrollado con fines militares en épocas de la Unión Soviética.
Solo un bemol entre tanta firmeza alemana: el anuncio el 11 de diciembre de la reanudación de los trabajos de construcción –tras un año de interrupción- del gasoducto Nord-Stream 2 con terminales en Rusia y Alemania. Un proyecto al que se oponen Estonia, Letonia, Lituania y Polonia por la eventual dependencia del gas ruso; Ucrania, por el “salteo” de la utilización del gasoducto que pasa por su territorio y, sobre todo, Estados Unidos, gran productor de gas natural, a la búsqueda de nuevos clientes.
Pues bien, tal vez para compensar a Rusia y tal vez para devolver alguna “gentileza” a los cuestionamientos del presidente Trump al gobierno Merkel, el 11 de diciembre del 2020 Alemania dispuso la continuidad de la obra Nord Stream 2.

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